Por: El Hombre Espantapajaros
"Mientras los soldados americanos siguen la sombra de Al qaeda matando e intentando controlar Irak porque es rico en petróleo, las inmobiliarias estatales reciben un severo castigo después de varios años de bonanza que han pasado jugando a especular.
Las grandes empresas estatales siguen monopolizando mercados a nivel internacional y, ya ahora, los bancos son dueños de medio universo. Imagínate dentro de cuarenta años, cuando por el camino millones de ciudadanos pierdan su patrimonio por no poder afrontar sus correspondientes hipotecas.
Se empieza a notar la mayor crisis económica de todos los tiempos y nadie hace absolutamente nada para cambiar las cosas. Los americanos siguen regalando armas de fuego a sus hijos, argumentando ser el mejor modo de sentirse seguro, mientras en África una vida vale menos que un terrón de azúcar. Las farmacéuticas siguen también creando enfermedades para después vender sus medicinas y las religiones insisten en resaltar que todo es cuestión de tener «fe».
Los políticos se creen sus propias mentiras y pierden de vista la realidad que les rodea porque ellos tienen simplemente otra realidad distinta, mucho más cómoda. Mientras tanto el noventa por ciento de la humanidad es utilizada por el diez por ciento restante.
Vivimos en una sociedad egoísta donde los mandatarios intentan no hacer ruido y tener al pueblo silenciosamente controlado. Obviamente, para eso cuentan con la ayuda del sistema, de todas las empresas colaboradoras, las cuales mayoritariamente son controladas y dirigidas por amigos de esos mismos políticos.
¡Qué error fue pensar que esa capacidad de «razonar » que tenemos los seres humanos respecto al resto de los animales era un beneficio! Sinceramente creo que se ha convertido en el peor castigo autoimpuesto.
Desgraciadamente una mayoría sufren las consecuencias de usar «mal» esa herramienta conocida como la «mente». Sin poder controlarla, padecen de pensamiento compulsivo. Atacamos constantemente y repetidamente la naturaleza sólo para alimentar nuestro sistema materialista. Diariamente los medios de comunicación nos recuerdan la importancia de «tener» más que de «ser». Todo por culpa del maldito dinero, de toda la envidia sumada al miedo que controla y dirige nuestras vidas.
Pero llega un día en que la naturaleza se levanta por la mañana enfurecida y herida por nuestro comportamiento, y de un solo plumazo se carga cien mil ciudadanos de Birmania de los más necesitados. Al día siguiente, aún enfadada, hace temblar China entera durante veinticuatro horas seguidas, causando numerosos daños personales a cientos de miles de pobres inocentes. Así de injusta es la vida por culpa del hombre.
Si aprendiéramos todos a respetar la naturaleza, ella nos respetaría a nosotros; pero llevamos cientos de años robándole agua, petróleo, minerales y todos esos millones de árboles que cada año cortamos para fabricar palillos o algo parecido.
No paramos de profundizar en su herida sin conciencia. Qué estúpido parece, visto desde la distancia. Además, nos empeñamos en destruir sistemáticamente lo poco virgen que queda asfaltándolo todo. Cubriendo ríos de puentes de cemento sólo para aumentar una cuenta de resultados o alguna cuenta bancaria.
Desde mi campo de trigo en silencio, puedo escuchar al político de turno replicarme:
«Eso lo hacemos para mejorar las comunicaciones. »
La comunicación es un fenómeno de carácter social que comprende todos los actos mediante los cuales los seres vivos se comunican con sus semejantes para transmitir o intercambiar información. Comunicar significa poner en común e implica compartir, la comunicación se inicia con el surgimiento de la vida en nuestro planeta y su desarrollo ha sido simultáneo
al progreso de la humanidad. Se manifestó primero a través de un lenguaje no verbal.
Todos los días los seres vivos se comunican de diferentes maneras, pero sólo los seres humanos podemos hacerlo racionalmente. Así que creo que los puentes no comunican, sino que simplemente reducen los costes de transporte para que éste mismo sea más competitivo.
Vivimos en una sociedad donde existe una lucha real de egos. Una competitividad desmesurada que sólo se puede entender en el mundo de los deportes. Los que se creen fuertes se alimentan de la energía de los que se creen débiles sin contemplaciones. Lo más triste es que lo hacen sin darse cuenta. Sin ser concientes. Los que se sienten superiores machacan a los débiles porque desgraciadamente todavía existen distintas clases sociales.
También el racismo es parte de otra epidemia que arrastramos de la historia. Igualmente pasa con la pobreza. Por el mismo motivo existe también la violencia doméstica y el machismo.Todavía hoy en día hay hombres que se creen superiores a las mujeres, y lo que es igual de malo es que empieza a haber mujeres que se creen superiores a los hombres.
El ser humano es libre por naturaleza. Deberíamos todos dejar de tener ese espíritu tan posesivo que aflora con el ego. Todos somos seres únicos, indescriptibles e inimitables. No hay un «mejor» sin un «peor», no existe el «bien» sin el «mal». En este mundo de contradicciones, donde existe el «alto» porque hay un «bajo», donde existe el «gordo » porque hay un «flaco», nos empeñamos en comparar a las personas con unos ideales que no representan la verdadera escala de valores de la población.
Es por eso que ya hace muchos años me convertí en un simple espantapájaros que se dedica a observar. Hasta ahora en silencio.
Los glaciares de la Antártida avisan de lo que puede llegar a suceder y la única pregunta que podemos hacernos es si no será ya demasiado tarde. El mundo está herido, herido de muerte. Podemos seguir con los brazos cruzados sin hacer nada para remediarlo, sabiendo que la suerte está echada. Sólo nos queda esperar el momento en que llegue la fecha de caducidad del planeta. Cuando la vida ya no tenga lugar en este mundo. O podemos también empezar una profunda transformación de nosotros mismos, del sistema y, en consecuencia, del planeta.
Desde mi perspectiva de espantapájaros la mayoría de cosas que afectan a los humanos han dejado de preocuparme. No tengo mente ni corazón, ni tan siquiera practico el arte de respirar. No soy nada ni nadie, o lo que es lo mismo en la física cuántica, soy un pequeño «todo».
Podrías estar pensando que es un argumento algo pesimista o catastrofista. Obviamente lo es, debido a la importancia de todo el asunto. Pero dentro de doscientos años, los habitantes de la Tierra, si es que existen, estarán tremendamente agradecidos a nuestra generación. Nos recordarán como los estúpidos salvadores que tardaron años en darse cuenta del mal que estaban haciendo.
Ojalá lo hayamos conseguido. Seremos héroes que mediante la conciencia colectiva
lograron dar un giro de ciento ochenta grados a este enfermo planeta. La esperanza perdurará mientras la Tierra esté viva.
Mientras tanto, conciencia y suerte.
¿Que no hay ninguna solución?
Claro que si."
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